11.10.2009

Yo doblo ropa


Ahí estas, como antes. Te tengo en frente mío rogándole comprensión al mundo.

Sabiendo que soy la que más te quiso así como sos, aunque no sepas bien cómo sos, aunque me hayas humillado más que nadie.

Orgullosa de mis cicatrices, te pido más y más.

Fue mi excusa contarte la nueva movida y que quisieras poner unos mangos y yo te abriera la puerta a la 1 de la mañana pensando que sólo me ibas a dar la plata e irte.

Yo abrí, y me empujaste hacia adentro, como invitándote a pasar, como si yo hubiera planeado un encuentro nocturno, como si yo ya supiera que ibas a pasar, como si yo quisiera que pasaras.

Hiciste un comentario idiota, de esos que subrayan que no, ya no vivís conmigo. Y claro, tampoco tenés la llave, por más que la busques naturalmente una cuadra antes pensando que la vas a encontrar en algún rincón de tus pantalones. Yo no hablo.

Fue mi ingenuidad convidarte un tecito calentito, de esos ricos, sin edulcorante, mientras te escuchaba contarme todas estas cosas que te tienen tan ocupado: tu novia, tus entregas, tus fotos, tus proyectos, y ¡ay qué lindo! Te seleccionaron entre no se cuántos para no sé qué. No, no quiero ver tu carpeta. Te felicito.

Hacés otro comentario idiota. Me río. Yo sé que te tranquilizarían muchas cosas de mi parte, pero no voy a asegurarte ninguna.

Estoy cansada y callada, sorprende.

Entiendo que fue mi idea doblar la ropa limpia, que estaba tirada sobre mi cama, y que me hables mientras yo adelantaba mi tarea, lo sé.

Me hago cargo.

Tus ojos son chiquitos, se van llenando de miedo y tenés vértigo porque ahora estás ahí afuera.

Me preguntás cómo hago yo.

Y no te pregunté pero me aclarás, me decís, que yo soy importante para vos. Que fui importante y lo seré, pero no ahora, no ahora.

Ahora sos demasiado cobarde.

Más, arañame.

Querés saber cómo puede ser que yo sea tan inteligente. Y si es que soy inteligente o que simplemente sé escuchar.

Quiero madurar e ignorarte. Por favor te lo pido. A mi misma me lo pido. Ignoralo y seguí, seguí con lo tuyo.

Seria, te escucho como puedo.
Mantengo la calma.
No estoy haciendo un esfuerzo.
Son las 3 de la mañana y es martes.
Te escucho pero no me muevo.



Me pedís ayuda con tus ojos.
Me pedís ayuda con un abrazo.
Me pedís ayuda con un abrazo eterno y tosco, necesitás contarme todo eso nuevo que te pasa.

Muy fijo me mirás.
Y llorás.

Yo lo disfruto, por un momento lo disfruto.



Hasta que pronunciás “soy infeliz”.
Y de repente hay un silencio.







Es la primera vez que te escucho decir esas palabras.




No, No, no llores-
Pero llorá
Hay algo que no me conmueve en todo esto
Hay algo que no me conmueve lo suficiente y en algún lugar de mí
Me gusta escuchar que sos infeliz
Que sos infeliz sin mí

Pero yo no te estoy escuchando, me parece, de a momentos.
Te miro el lunar,
Te miro los labios,
Vos sabés que te deseo
mientras me rogás
que te escuche,
que te comprenda,
que te mire.

Mientras posás y te acercás, y me tocás.

Yo sigo con mi expresión de nada y todo.

Me estas tocando.
Mi piel no disimula lo cómoda que se siente en tus manos.
Me estás tocando. Y tiemblo. Adentro tiemblo.

Vos te das cuenta y me soltás, y te levantás de la cama.

Yo me animo a hablar y te pido, con toda la calma, que todavía no te vayas.

Y apago la luz.

No hay comentarios: